Por Benjamín Fulford
Cuando llegué por primera vez a Japón en 1980 me quedé sorprendido de ver
peces nadando en los ríos en el centro de Tokio. El Japón de la década de
1980 era, para muchos estándares, la nación más avanzada en la Tierra. En
1985, después de décadas de crecer económicamente como la espuma, tenía el
mayor ingreso per cápita de la Tierra, la menor brecha entre ricos y pobres
de cualquier país desarrollado y un entorno natural muy saludable. También
era la mayor nación acreedora en la Tierra, tras suministrar coches,
electrónica y otros bienes al resto del planeta, a menudo a cambio de
pagarés.
Una de las razones por las que elegí Japón para ir a la universidad era
estudiar el sistema que había hecho posible este milagro. Funcionaba así: el
gobierno de Japón estaba dirigido por una combinación de los burócratas de
gran talento, industriales y políticos con profundas raíces en sus distritos
electorales locales. Ellos presidieron un sistema que era una combinación de
la planificación central, el capitalismo de libre mercado y el socialismo.
En la cúspide del sistema había una organización conocida como la Agencia
de Planificación Económica. Estaba dirigida por un grupo de unos 30 miembros
de la élite burocrática, industrial, académica y política en el poder. Ellos
sacaban un plan de 5 años para el país. Los políticos tenían que explicar con
detalle lo que deseaban sus electores. Los burócratas explicaban exactamente
cuánto dinero había disponible para satisfacer de manera realista sus deseos.
Los industriales explicaban lo que podría hacerse de manera rentable para
contribuir al plan. El país en su conjunto también tenía una misión: alcanzar
y superar a Occidente.
El sistema no era como la planificación central de las economías
estalinistas, donde se planificó incluso cosas como la cantidad de pasta de
dientes, ya que se basaba en las fuerzas del mercado.
El plan podía, por ejemplo, pedir que se duplicaran la cantidad de
caminos, alcantarillas y las instalaciones portuarias durante un período de 5
años, y se asignaría el dinero para esto. Sin embargo, eran las empresas
privadas las que pujaban por el trabajo real. Por otra parte, las empresas
son libres de llevar a cabo sus propias actividades independientes sin
importar el plan más grande.
Los únicos países que tenían sistemas sin duda tan buenos como el viejo
sistema japonés fueron los países escandinavos, Alemania y Canadá.
En 1985, el gobierno de Estados Unidos se dedicó a destruir este sistema
a partir de lo que sólo puedo describir como celos y el miedo a ser
sobrepasado. George Bush padre, entonces vicepresidente, ordenó a Japón que
desmantelara este sistema y entregase el control económico a los oligarcas
norteamericanos (gángsteres). Cuando los japoneses se negaron, ellos
derribaron el vuelo 123 de Japan Airlines el 12 de agosto de 1985. El 22 de
septiembre de 1985, Japón firmó el Acuerdo del Plaza, que marcó el comienzo
de la destrucción sistemática del sistema económico japonés. Desde entonces, la
economía de Japón ha sido saqueada por una suma de alrededor de 5 billones de
dólares por oligarcas mafiosos americanos y europeos.
El sistema que creó el milagro japonés no era de ninguna manera perfecto.
Un defecto era el sistema de jubilación anticipada forzosa de burócratas mal
pagados. Esto significaba que los burócratas, en lugar de pensar en el bien
de su país, tenían un interés en ganarse el favor de las empresas que
regulaban a cambio de puestos de trabajo de post-jubilación anticipada
chollo. El otro problema era el sistema de empleo de por vida. Si bien esto
hizo crear lealtad de los empleados a las empresas, también era un sistema
feudal que hizo casi imposible que la gente cambiase de trabajo. El sistema
político también estaba sesgada radicalmente a favor de los ciudadanos
rurales y en contra de los residentes urbanos.
Singapur, a día de hoy, cuenta con un sistema mejor, donde los burócratas
no están obligados a jubilarse anticipadamente y se les paga tanto como a sus
contra-partes del sector privado. Es por eso que Singapur sigue subiendo como
la espuma hasta el día de hoy.
En cualquier caso, la China de Deng Xiaoping estudió cuidadosamente los
sistemas de Japón y Singapur y los adoptó a China. Esa es una de las
principales razones de gran auge económico de China.
Occidente haría bien en crear su propia versión mejorada de este sistema.
Es por eso que vengo proponiendo la creación de una agencia de planificación
futura. Esto es diferente de la Sociedad del Dragón Blanco, que insiste mucho
en acabar con la pobreza, detener la destrucción del medio ambiente y la
ampliación de la vida terrestre de manera exponencial en el universo. Esto es
simplemente una propuesta personal, basado en 30 años de experiencia como
periodista de geopolítica.
La agencia de planificación futura que propongo tendría una financiación
inicial de 7 billones de dólares. Esa es la cantidad de dinero que los
japoneses han ganado legítimamente desde la Segunda Guerra Mundial. Está
basada en los coches, la electrónica y otras cosas reales enviadas al resto
del mundo. Esto es diferente del oro cuidadosamente acumulado en cuevas
durante milenios por las familias dinásticas asiáticas o de números
fantásticos puestos en computadoras por banqueros occidentales. Se basa en la
producción real.
La agencia de planificación futura existiría en armonía con las
instituciones existentes y no para sustituirlas. Reclutaría algunos de los
mejores cerebros de todo el mundo en los ámbitos del gobierno, las empresas,
el mundo académico, etc. Su tarea sería la de estudiar y hacer realidad los
deseos de la población del planeta, tal como se expresa a través de las
encuestas de Internet y de opinión.
He aquí algunos ejemplos posibles de lo que tal agencia podría lograr. En
primer lugar, sería aceptar las ofertas y planes para una campaña masiva para
convertir los desiertos en vergeles. Se posibilitaría que muchos planes que
compiten saliesen adelante y aquellos que tuviesen éxito serían copiados y
mejorados. Tal esfuerzo podría duplicar la cantidad de tierra disponible para
la agricultura y las reservas naturales.
En el caso de los océanos, la agencia podría contratar a las marinas del
mundo para detener la pesca excesiva insostenible que está destruyendo los
ecosistemas oceánicos. Dentro de 5 años debería ser posible aumentar la
cantidad de pescado en 10 veces. Alimentar el océano con nutrientes puede
hacer que sea posible aumentar esto hasta 100 veces.
Otro proyecto que podría supervisar sería hacer que todos los niños en la
tierra estén bien alimentados y educados. Los cerebros humanos son el recurso
más insuficientemente utilizado en el planeta. Permitir que todas esas mentes
jóvenes alcancen su pleno potencial desencadenaría maravillas que ni siquiera
podemos imaginar en la actualidad.
Estos son sólo ideas destinadas a formar un punto de partida para un
debate sobre qué tipo de sistema podríamos crear para permitirnos navegar con
éxito en el futuro. No es un plan final. Tampoco se trata de un plan para un
gobierno mundial único central. Muchos corporaciones, gobiernos,
organizaciones benéficas, fundaciones, etc. que ahora compiten podrían
trabajar en armonía en la futura agencia de planificación.
En cualquier caso, echemos un vistazo a lo que tenemos ahora en
Occidente. El sistema de capitalismo sin restricciones se basa en el
"afán de lucro", que es una manera elegante de decir la codicia
humana. Se ha creado un agujero negro absorbiendo todos los recursos y la
riqueza del mundo en las manos de una pequeña élite rapaz. Pasan los ahorros
del mundo en un complejo militar industrial destinada a preservar su poder.
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viernes, 6 de febrero de 2015
La economía japonesa
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